Con décadas de experiencias en mi vida laboral y personal, he sido testigo de que uno de los mayores obstáculos para el éxito no proviene del exterior, empieza por nosotros: el síndrome del impostor.

Este fenómeno, que afecta a líderes de cualquier industria, se manifiesta como una voz interior persistente que nos susurra que no somos lo suficientemente buenos, que nuestros logros son fruto de la suerte y que en cualquier momento seremos «descubiertos» como fraudes. Es una batalla silenciosa que muchos libramos, pero de la que pocos hablamos abiertamente. No queremos que nos perciban como débiles o inseguros.

La trampa de la perfección

Hace algunos días les contaba sobre La trampa de la perfección y el poder de la efectividad. El daño que hace el sentirse insuficiente, y cómo un líder efectivo reconoce que el progreso es más importante que la perfección. Con esto en mente entendí como esa búsqueda de perfección muchas veces termina llevándonos a caer en el Síndrome del impostor.

Por eso quiero que hablemos de este síndrome que se ha estudiado desde 1978 cuando la psicológica clínica Pauline Clance habló del término por primera vez, contando después que ella también lo sufrió.

En su blog la Doctora Clance recordaba el momento en el que uno de sus alumnos se acercó y le dijo «me siento como un impostor hacia toda esta gente tan brillante«.

Fue entonces cuando, junto a la la doctora Suzanne Imes, decidió escribir un ensayo para hablar abiertamente sobre el trastorno. Se convirtieron en pioneras de este concepto y estudiaron de lleno lo que hoy se conoce como el Síndrome del Impostor.

El síndrome del impostor a menudo se deriva de una mentalidad fija, que nos hace creer que nuestras habilidades e inteligencia son innatas e inmutables. Esta perspectiva nos lleva a temer el fracaso, evitar riesgos y atribuir nuestros éxitos a factores externos. Como resultado, nos encontramos atrapados en un ciclo de duda constante y autoexigencia implacable.

La Dra. Sahar Yousef, neurocientífica cognitiva, conferencista, experta y líder en productividad de la Universidad de California Berkeley, señala una conexión preocupante: «Cuando ves a una persona que sufre del síndrome del impostor, es más probable que sufra agotamiento profesional. Y las personas que están exhaustas tienen más probabilidades de sufrir el síndrome del impostor». Este círculo vicioso puede ser muy peligroso para nuestra salud mental y para nuestra productividad.

El camino hacia el growth mindset

Todo está en la mente. Debemos reconocer un problema y buscarle una solución. En mi caso, ante cualquier inseguridad recuerdo que necesito adoptar una mentalidad de crecimiento. Esta perspectiva, en contraste con la mentalidad fija, se basa en la creencia de que nuestras habilidades e inteligencia pueden desarrollarse y mejorarse a través del esfuerzo, la retroalimentación y el aprendizaje continuo.

Aquí hay algunas estrategias que he encontrado efectivas para fomentar esta mentalidad:

  1. Abrazar el desafío. En lugar de evitar situaciones que nos hacen sentir como impostores, debemos buscarlas activamente. Cada desafío es una oportunidad para aprender y crecer.
  2. Valorar el proceso, no solo el resultado. El éxito no se mide únicamente por los logros finales, sino por el crecimiento y aprendizaje que ocurren en el camino.
  3. Cultivar la autorreflexión. Dedicar tiempo regularmente para examinar nuestros pensamientos y sentimientos nos ayuda a identificar y desafiar las creencias limitantes.
  4. Buscar feedback constructivo. La retroalimentación honesta de mentores y colegas de confianza puede proporcionarnos una perspectiva más objetiva de nuestras habilidades y áreas de mejora.
  5. Celebrar cada triunfo. Reconocer y celebrar nuestros logros, por pequeños que sean, refuerza nuestra confianza y motiva el progreso continuo.
El Síndrome del Impostor, el enemigo de los líderes

De la duda a la innovación

Al adoptar una mentalidad de crecimiento, transformamos el síndrome del impostor de una fuerza paralizante en un catalizador para la innovación y el desarrollo personal. La duda se convierte en curiosidad, el miedo al fracaso en valentía para experimentar, y la autocrítica excesiva en un impulso saludable hacia la mejora continua.

Como líderes, tenemos la responsabilidad de cultivar esta mentalidad y fomentarla en nuestros equipos. Creando un ambiente donde el fracaso se ve como un paso necesario hacia el éxito, donde la vulnerabilidad se considera una fortaleza y donde el aprendizaje continuo es la norma, podemos liberar el potencial completo de nuestra gente. ¿El resultado? Un equipo poderoso con Kick-Ass ideas.

El viaje de impostor a innovador no es fácil ni rápido, pero es infinitamente gratificante. Requiere valentía para enfrentar nuestros miedos, humildad para reconocer nuestras limitaciones y determinación para seguir adelante a pesar de las dudas.

Recuerda, el único verdadero fracaso es dejar que el miedo te impida intentarlo. Así que la próxima vez que te sientas como un impostor, reconoce ese sentimiento como una señal de que estás a punto de crecer. Asume el desafío, aprende de cada experiencia y continúa avanzando. Porque al final, no son nuestros logros los que nos definen, es nuestra capacidad para crecer, adaptarnos y perseverar en medio de la adversidad.

¿Sentiste en algún momento el síndrome del impostor?

Carlos Cobián