“Llamar a las mujeres el sexo débil es una calumnia; es la injusticia del hombre hacia la mujer”
Mahatma Gandhi
Marzo trae consigo la celebración del Día Internacional de la Mujer, una fecha que trasciende lo conmemorativo para convertirse en un momento de reflexión profunda sobre nuestras interacciones diarias en todos los ámbitos, especialmente el profesional.
Tras más de tres décadas liderando empresas y colaborando con personas de todos los géneros, he sido testigo y, en ocasiones, partícipe involuntario de dinámicas que merecen ser examinadas con honestidad. Mi viaje como empresario me ha enseñado lecciones invaluables sobre el verdadero significado del respeto y la equidad en entornos profesionales.
El valor incalculable de la diversidad de pensamiento
Lo primero que debemos reconocer es una verdad simple: la inteligencia, creatividad y capacidad de innovación no tienen género. Las empresas que realmente prosperan son aquellas que han comprendido que la diversidad de perspectivas es su activo más valioso.
He tenido el privilegio de trabajar con mujeres cuya agudeza estratégica y visión innovadora transformaron completamente el rumbo de proyectos que parecían estancados. Sus enfoques únicos, moldeados por experiencias distintas a las mías, aportaron soluciones que jamás hubiera contemplado desde mi perspectiva limitada.
Como dijo Malala Yousafzai: «No podemos tener éxito cuando la mitad de nosotros se queda atrás«. Esta realidad trasciende la moral para convertirse en una verdad empresarial: las organizaciones que no aprovechan el talento femenino están dejando un inmenso potencial sin explotar.
Los tres pilares fundamentales del respeto
A lo largo de mi carrera, he identificado tres principios esenciales que deberían guiar nuestra interacción con las mujeres en el entorno laboral:
1. Reconocer su autonomía
Cada mujer tiene el derecho inalienable de tomar sus propias decisiones y dirigir su vida según sus valores, aspiraciones y prioridades. Como hombres, debemos resistir la tentación de interferir o influir en sus elecciones profesionales o personales, incluso cuando creemos actuar «por su bien».
La autonomía es la base de la dignidad humana. Como bien declaró la jueza Ruth Bader Ginsburg: «Las mujeres pertenecen a todos los lugares donde se toman decisiones«. Y pertenecen no como invitadas, sino como arquitectas de su propio destino.
2. Valorar genuinamente su perspectiva
Las opiniones, ideas y propuestas merecen la misma consideración y respeto para cualquier ser humano, independientemente de su posición en la jerarquía organizacional.
La escucha activa, esa que realmente absorbe lo expresado sin formular respuestas mientras la otra persona habla, es quizás una de las habilidades más poderosas y menos practicadas en el mundo empresarial.
3. Promover activamente la igualdad
No basta con evitar comportamientos discriminatorios; debemos convertirnos en defensores proactivos de la igualdad. Esto significa abogar por:
- Igualdad salarial para funciones equivalentes.
- Oportunidades equitativas de promoción y desarrollo.
- Políticas que faciliten la conciliación familiar para todos los géneros.
- Ambientes laborales libres de acoso y microdiscriminaciones.
Comportamientos que deben quedar en el pasado
Al realizar una introspección honesta, debemos reconocer comportamientos y patrones comunicativos que, aunque normalizados, constituyen formas sutiles o explícitas de discriminación:
Los comentarios sobre la apariencia
«Te verías mejor si sonrieras» o «Ese look no va contigo» son observaciones que, aunque puedan parecer inofensivas o incluso bien intencionadas, transmiten un mensaje problemático: que el valor de una mujer está ligado a su apariencia o a su capacidad para complacer estéticamente a otros.


La minimización de logros
Frases como «Seguramente conseguiste eso porque eres mujer» o «¿Estás segura de que puedes con ese proyecto?» revelan prejuicios arraigados sobre las capacidades profesionales femeninas. Estos comentarios son ofensivos, crean un ambiente donde las mujeres deben constantemente «demostrar» su valía.
El trato infantil
Expresiones como «Qué linda te ves cuando te enojas» o «Ay, qué tierna tratando de abordar ese tema tan complejo» transmiten un mensaje condescendiente que infantiliza y disminuye la autoridad profesional de las mujeres.
Las suposiciones sobre roles tradicionales
Preguntar «¿Cuándo piensas casarte y tener hijos?» o afirmar que «Las mujeres deberían priorizar la familia» impone expectativas sociales restrictivas y presupone que las ambiciones personales de todas las mujeres siguen un mismo patrón.
Las interrupciones constantes
Estudios demuestran que las mujeres son interrumpidas con mucha mayor frecuencia que los hombres en entornos profesionales. Este comportamiento, conocido como «manterrupting», silencia voces valiosas y refuerza dinámicas de poder desiguales.
Las explicaciones condescendientes (Mansplaining)
Explicar conceptos básicos a mujeres profesionales, a menudo en áreas donde ellas son expertas, es una práctica tan común como inapropiada. Como señaló Rebecca Solnit, escritora y activista: «Los hombres explican cosas a mí, y a otras mujeres, sean o no expertos en el tema, lo sepamos o no más que ellos«.
El “mansplaining” surgió como término de uso habitual poco después de la publicación en su blog personal de »Men Explain Things to Me«, y su posterior publicación en forma de libro, en abril de 2008. Es importante aclarar que aunque ella, Rebecca Solnit, no inventó esa combinación parsintética (Pormanteau) sí contribuyó a popularizarlo como concepto.
La doble moral en la evaluación del liderazgo
Quizás uno de los sesgos más persistentes: una mujer asertiva, que demuestra su carácter, es calificada como «agresiva» o «difícil«, mientras que un hombre con el mismo comportamiento es visto como «decidido» o «líder natural«. Esta disparidad en la percepción limita severamente las oportunidades de liderazgo femenino.
El camino hacia entornos verdaderamente igualitarios
La construcción de espacios laborales que en realidad sean inclusivos requiere un compromiso activo y constante. Como líderes y compañeros, debemos:
- Educarnos continuamente sobre sesgos inconscientes y privilegios invisibles.
- Confrontar respetuosamente comportamientos discriminatorios cuando los observemos.
- Crear estructuras que promuevan activamente la equidad.
- Escuchar con humildad cuando nos señalen comportamientos inadecuados.
- Celebrar y amplificar los logros y contribuciones de las mujeres en nuestros equipos.
Una reflexión personal
En mi trayectoria, he tenido el honor de trabajar con mujeres excepcionales que han transformado mi visión sobre el liderazgo y la colaboración. Mujeres cuya inteligencia, valor, humanidad, generosidad y talento han enriquecido inmensamente mi vida profesional y personal.
He aprendido que la verdadera fortaleza reside en la capacidad de reconocer diferentes formas de liderazgo y excelencia. Que el talento no distingue géneros, razas, orígenes o creencias. Que las mejores ideas surgen cuando creamos espacios donde todos pueden expresarse libremente y son valorados equitativamente.
Siempre abramos espacio para que reflexionemos sobre nuestras acciones y comprometámonos a crear entornos donde el respeto, la equidad y la valoración del talento trasciendan cualquier consideración de género.
Porque en un mundo donde las mujeres pueden desarrollar plenamente su potencial, todos, absolutamente todos, salimos ganando.
Gracias, mujeres.
Carlos Cobián.