La frase «Si buscas perfección, encontrarás ansiedad; si buscas efectividad, tendrás resultados» resuena profundamente conmigo porque encapsula una verdad fundamental sobre el liderazgo y la gestión de equipos. En mi experiencia como CEO e inversionista, he aprendido que la búsqueda de la perfección puede convertirse en una trampa que puede llevar a la ansiedad y al agotamiento.
¿Qué es perfecto?
Todos tenemos una idea de lo que implica ser perfectos, influenciados por expectativas sociales, profesionales e incluso personales. Este estándar inalcanzable nos empuja a esforzarnos más allá de nuestros límites, incluso llegando a dejar en segundo plano nuestra salud mental y bienestar. La perfección, al fin y al cabo, es subjetiva y, más importante aún, inalcanzable.
El perfeccionismo es una espada de doble filo. Por un lado, impulsa a los individuos a esforzarse por la excelencia; por otro, puede llevar a una ansiedad que paraliza y agota. Brené Brown, reconocida investigadora de la Universidad de Houston que estudia conceptos como la valentía, la vulnerabilidad o el perfeccionismo, lo expresa de forma sencilla en su libro «Los dones de la imperfección»: «La perfección es el enemigo de lo bueno». Ella enfatiza que perseguir la perfección no solo es irrealista, es perjudicial para nuestra salud mental y bienestar general.
En mis primeros años como emprendedor, caí en la trampa del perfeccionismo. Creía que entregar resultados impecables era la única forma de tener éxito. Sin embargo, esta mentalidad me llevó a un estrés inmenso y a una constante sensación de insuficiencia. No importaba cuánto trabajara o cuán bien me desempeñara, nunca parecía ser suficiente.
El perfeccionismo puede esconder un pobre autoconcepto y una necesidad desesperada de validación externa. Aquellos con una autoestima saludable entienden que no son perfectos y que pueden cometer errores. Aprenden de la crítica en lugar de hundirse ante ella.
Ese círculo puede quedarse girando alrededor de la autocrítica y frustración, donde cada error se magnifica y cada éxito se minimiza. Esta mentalidad se convierte en un virus para el líder y, en consecuencia, para su equipo, convirtiendo el ambiente de trabajo en un espacio tóxico.
Es mejor ser efectivo
En lugar de perseguir la perfección, te propongo que te enfoques en la efectividad. La efectividad no significa hacer las cosas de manera impecable, es saber hacerlas de manera que produzcan resultados tangibles y positivos. Se trata de priorizar tareas, gestionar el tiempo de manera inteligente y, también, aprender de los errores sin castigarnos por ellos.
Un líder efectivo reconoce que el progreso es más importante que la perfección. Fomenta un ambiente donde los errores se ven como oportunidades de aprendizaje y el feedback constructivo es una herramienta para el crecimiento, no una fuente de temor. En mis empresas, he implementado varias prácticas para promover esta mentalidad:
- Espacios abiertos para la comunicación. Todos los miembros del equipo tienen la oportunidad de hablar conmigo directamente, sin temor a represalias. Entienden el espacio como un momento de confianza en el que hay una retroalimentación honesta y constructiva.
- Cultura del aprendizaje continuo. Fomentamos la capacitación y el desarrollo profesional. Les damos las herramientas para ser tan efectivos que puedan entender los errores como un caso de estudio para mejorar procesos y estrategias.
- No olvidar el equilibrio. Evitamos el burnout promoviendo un equilibrio saludable entre el trabajo y la vida personal. Esto incluye políticas de tiempo flexible, apoyo para la salud mental y actividades de equipo que fortalecen las relaciones fuera del entorno laboral.
Enfocarnos en la efectividad es garantizar mejores resultados en un entorno de trabajo más saludable y sostenible. Los equipos efectivos son más resilientes, innovadores y capaces de adaptarse a los cambios, situaciones que como empresarios debemos enfrentar a diario.
La efectividad fomenta un sentido de logro y satisfacción personal que la búsqueda de la perfección nunca podrá ofrecer.


Características de los equipos efectivos
Los equipos efectivos saben cómo establecer bien las prioridades y cómo dedicar los recursos adecuados a las iniciativas importantes. Tienen un claro sentido de qué lugar ocupa su trabajo en la estrategia y los objetivos globales de la empresa, y usan ese conocimiento para informar de qué trabajo hay que ocuparse y a qué asignar los recursos.
En general, los equipos efectivos están orientados a objetivos, cumplir con los OKR´s e invierten en resultados, se centran en las necesidades que deben suplir de cada cliente.
La eficiencia y la efectividad van de la mano
Para que un equipo sea realmente bueno, debe contar con ambas cualidades: eficiencia y efectividad. Un equipo eficiente que no es efectivo puede finalizar sus trabajos rápido, pero puede haber priorizado las estrategias incorrectas. Por otro lado, un equipo efectivo que no es eficiente puede hacer el trabajo correcto, pero no a la velocidad ideal.
Lo ideal sería crear un equipo que fuera tanto eficiente como efectivo. Pero hay que empezar por algo. Intentar implementar ambas metodologías a la vez puede no derivar en el efecto deseado. Por eso, recomiendo empezar por resolver la efectividad antes de avanzar con la eficiencia.
Al priorizar la efectividad, te aseguras de que el equipo trabajará en iniciativas que inclinen la balanza hacia los objetivos más relevantes. Después, una vez que la efectividad se haya desarrollado como práctica, podrás optimizar la eficiencia.
A todos los líderes y emprendedores les digo: busquen la efectividad, celebren con su gente los pequeños logros y aprendan de cada experiencia del camino.
Carlos Cobián