Podría hablarte de números, de crecimiento, de resultados. De lanzamientos exitosos y métricas alcanzadas. Pero hoy vengo a hablarte de lo que no se ve. De lo que se esconde entre reuniones, viajes, rondas de inversión y nuevos proyectos.

Vengo a hablarte del lado más humano (y más doloroso) de emprender.

Porque, aunque emprender me ha dado todo… también me ha costado partes de mí que he ido poco a poco recuperando.

Escribo esto porque sé que no soy el único. Porque detrás de cada gran historia de éxito, hay silencios cargados de ansiedad, noches sin dormir, relaciones rotas, miedo, culpa, e incertidumbre. Y creo que ya es hora de contarles.

Este blog no es un manual. Es una puerta para que otros líderes, emprendedores, fundadores, o aquellos que lo están intentando, se sientan un poco menos solos.

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Empecemos, soy un entrepreneur

El emprendimiento se presenta como si fuera una aventura gloriosa, pero nadie te dice cuánto pesa. No te advierten sobre las dudas que te asfixian.

Soy Carlos Cobián, papá, empresario, emprendedor, dj… he trabajado muchos años para llegar al punto de poder dar hoy oportunidades de crecimiento laboral a otros. Desde afuera, para muchos mi vida podría parecer un sueño: construir empresas, impactar vidas, viajes, lujos, disfrutar de mis hobbies, ser DJ porque me apasiona. Pero detrás de cada logro hay una historia que pocos conocen, una que no se cuenta en las portadas de revistas o en los titulares de prensa cuando se habla de éxito. Es la historia de las batallas silenciosas que libré, las noches sin dormir, los miedos que me invadían mientras yo le sonreía al mundo.

Como CEO, cada decisión es mía: desde elegir el rumbo de la compañía hasta apagar los fuegos diarios. Recuerdo una noche, sentado en mi oficina, con el reloj marcando la medianoche y no tenía cabeza para tomar una decisión que tendría gran impacto en las próximas horas. Mi equipo confiaba en mí, mi familia dependía de mí, y el fracaso no era una opción. Pero en mi mente, el fracaso era el miedo más grande. Por mí, por mis hijos, por mi equipo, por todos los que están conmigo en cada proyecto.

Ese sentimiento de que todo lo que sale mal es tu culpa no es solo una percepción, es una realidad que te consume. Según el National Institute of Occupational Safety and Health (NIOSH), tomar decisiones constantemente eleva los niveles de estrés, y ese estrés nubla tu juicio, atrapándote en un ciclo agotador. En esos momentos, sentía que cargaba un elefante, y no había nadie más que pudiera levantarlo por mí.

Pero con el tiempo, aprendí que la responsabilidad, aunque pesada, también te hacer crecer. Cada error me enseñó a confiar en mi instinto, a pedir ayuda cuando la necesitaba, a ver las caídas como parte del proceso. Aceptar la culpa me liberó, diría hoy. Me permitió crecer.

Aprendí que la responsabilidad no es un peso, es también una oportunidad para demostrar tu valor.

El emprendedor como superhéroe (y su máscara)

Vivimos en una cultura que glorifica el “hustle”. Que aplaude al que duerme cuatro horas, al que dice “sí” a todo, al que no se detiene. El emprendedor se convierte, sin quererlo, en una especie de superhéroe. Siempre fuerte. Siempre en control. 

Pero eso es solo una parte de la historia.

Existe una analogía muy adecuada de Toby Thomas, CEO de EnSite Solutions: ser CEO es como ir montado en un león. Por fuera, todos dicen “Wow, qué valiente, qué fuerte, mira cómo lo controla”. Pero por dentro, tú solo estás pensando: ¿cómo carajo me bajo de aquí sin que me coma?

Recuerdo una entrevista en el 2011 en la que Elon Musk decía que construir una compañía no es tan divertido porque la mayoría de las startups fracasan y como CEO tienes que destilar los peores problemas. Finalizó recordando una frase que le dijo uno de sus amigos: “comenzar una startup es como comer vidrio y pararse en el abismo”. Por eso agrega que lo primero que debe recordarle a todos es que “Emprender no es para todos”, “Emprender, diría que, ante todo, es tener un umbral de dolor alto”.

El cofundador de LinkedIn, Reid Hoffman, también ha hablado de los retos y el precio de emprender, y lo describe como “El emprendimiento es: saltar de un acantilado y, durante el descenso, construir un avión”. Esto lo dijo durante su participación en What It Takes, un podcast de audio producido por la Academia Estadounidense de Logros que presenta conversaciones íntimas y reveladoras con líderes influyentes.

Hoffman escribió un artículo desarrollando la metáfora explicando: “Tienes que creer que puedes lograrlo. A continuación, necesitarás ingenio. Montar un avión requiere de talento y habilidad, incluso en circunstancias tranquilas. En la caótica carrera de una zambullida que desafía a la muerte, necesitas agilidad. Necesitas reaccionar rápidamente. Necesitas estar calmado bajo presión. Necesitas encontrar la zambullida estimulante.

Y luego están las apuestas. Si no ensamblas el avión a tiempo, se estrella. En términos del mundo real, te quedas sin dinero. Por eso importa la velocidad. Una vez que saltas del acantilado, el suelo te ataca rápidamente. Es por eso que, en casi todos los casos, una startup de lento movimiento está muerta. Eso es parte de lo que hace que el espíritu empresarial sea tan agotador, porque el resultado predeterminado, hasta que se pone en marcha todo el avión, es la muerte. No solo para ti, sino también para todas las personas a las que convenciste para que saltaran contigo”.

Ese es el dilema.

Muchos sobrevivimos repitiéndonos mantras como “fake it till you make it”. Porque hay clientes que esperan resultados, equipos que necesitan guía, familias que creen en ti. Y tú, aunque te estés desmoronando, sigues con la máscara puesta.

Cuatro tipos de emprendedores que me han marcado

Después de años construyendo, acompañando y aprendiendo de cientos de emprendedores, puedo decir que no todos los caminos se ven igual desde dentro. He conocido muchos tipos de fundadores, pero hay perfiles que me han marcado por lo que me han enseñado:

  1. El que lo pierde todo.
    Este es el emprendedor que arriesga hasta el alma por su sueño. Que apuesta todo, sin red. Lo da todo… y se estrella. Pierde dinero, confianza, relaciones. Y lo más difícil: a veces pierde la fe en sí mismo. Pero también es, muchas veces, el más sabio. Porque lo ha vivido todo. Porque, si decide volver, lo hace con más humildad, foco y propósito que nunca. Y créeme, muchos regresan más fuertes.
  2. El que parece que “la tiene hecha”.
    Este es el más común y el más silencioso. Tiene una empresa que opera bien, genera ingresos decentes, vive una estabilidad envidiada. Desde fuera, todo está en su sitio. Pero dentro… está vacío. No se siente realizado, vive repitiendo procesos sin inspiración. Muchas veces, permanece en esa zona gris durante años porque el miedo a perder lo seguro es más fuerte que el deseo de crecer o cambiar.
  3. El que “lo logró”… y no encuentra qué más buscar.
    Porque cuando todo lo que eras está atado a tu proyecto, y ese proyecto ya no existe, ¿quién eres tú?. Este perfil es el que vendió su empresa por millones, el que cumplió la meta que tantos persiguen, el que supuestamente “ganó el juego”. Pero, una vez ahí, en lo alto, descubre que está solo. Que el dinero no llena, que la identidad atada al proyecto desaparece, que el silencio post-éxito puede ser ensordecedor. He visto fundadores entrar en depresión profunda justo cuando el mundo los celebraba. Porque nadie les enseñó que, después de la cima, también hay un vacío.
  4. El que vive para trabajar.
    Existe otro tipo de emprendedor, más común de lo que parece: el que lo entrega todo al trabajo y no se guarda nada para sí. El workaholic disfrazado de visionario, que justifica cada desvelo en nombre del propósito, pero va perdiendo silenciosamente su salud, sus vínculos, su capacidad de disfrutar la vida sin productividad de por medio. Lo sé porque yo también he estado ahí. Y porque he conocido a muchos líderes que, sin darse cuenta, construyen imperios… sobre el colapso de su cuerpo, su mente y sus emociones.
    Nos enseñaron a medir el valor por la agenda llena, por los logros acumulados, por el inbox desbordado. Pero nadie nos enseñó a ponerle freno a la obsesión de hacer, a dejar de definirnos únicamente por lo que producimos. En algún punto, el éxito sin balance se convierte en una cárcel. Y si no aprendemos a bajar el ritmo, el cuerpo, la vida o la salud lo harán por nosotros.

Es por eso que insisto en que el emprendimiento debe dejar espacio para el alma. Que no solo hablemos de fracaso, sino también del costo invisible del “éxito”. Porque no se trata solo de crear empresas… se trata de no perderte a ti en el camino.

El éxito, como lo define la sociedad, no garantiza plenitud. Ni propósito. Por eso, este camino de emprender no debe tratarse solo de escalar empresas, sino de construirnos a nosotros mismos en el proceso.

Que tu empresa no sea más grande que tu bienestar. Que tu éxito no te cueste a ti. Eso también es liderazgo. Eso también es valentía.

Piensa que el éxito no se mide en cifras, de qué te vale tener éxito en los negocios cuando tu hogar es un desastre, no hay comunicación, hay constantes peleas, no disfrutan estar juntos, perdieron esa unión porque tú priorizaste cifras.

Las cicatrices que no se ven

Las heridas más profundas son las invisibles.

La mayoría de los emprendedores con los que he hablado conocen la ansiedad de las 3 a.m., el insomnio silencioso de pensar que todo puede fallar, la depresión funcional disfrazada de hiperproductividad.

Un estudio liderado por la Universidad de Berkeley encontró que el 72% de los Entrepreneurs están afectados por algún trastorno de salud mental. Agregan que el 30% de los emprendedores reportó una historia de vida de depresión; Déficit de atención e Hiperactividad (TDAH) –que de hecho tengo– el 19%, y un diagnóstico de bipolaridad en un 11%.

Harvard Business School ha destacado la necesidad de hablar de la crisis invisible de la salud mental en los negocios. Cómo la presión de dar más, ser mejor, fortalece una epidemia silenciosa. Han documentado cómo el fracaso —tan común en este camino— impacta gravemente la salud mental.

Y, sin embargo, lo seguimos haciendo.

¿Por qué? Porque creemos en lo que estamos construyendo. Porque sentimos un llamado. Pero también porque el sistema nos ha hecho creer que detenernos es perder.

Yo mismo he tenido días en que no sabía si quería seguir. Momentos en los que el silencio pesaba más que cualquier deuda. En los que sentía que estaba fallando no como empresario, como ser humano. Y eso, duele más.

Complementando nuestra exploración sobre la salud mental de los emprendedores,

La Hipomanía en emprendedores, según Gartner

Creo que vale la pena incorporar la perspectiva del Dr. John Gartner, psicólogo clínico y profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, quien en su revelador libro «The Hypomanic Edge: The Link Between (a Little) Craziness and (a Lot of) Success in America» plantea una teoría provocadora pero muy fundamentada.

Gartner identifica la hipomanía, una versión más moderada del trastorno maníaco, como un temperamento presente en aproximadamente el 5% al 10% de los estadounidenses, con una prevalencia potencialmente mayor entre emprendedores.

«Si estás en estado maníaco, crees que eres Jesús. Si eres hipomaníaco, crees que eres el regalo de Dios para la inversión tecnológica. Hablamos de diferentes niveles de grandiosidad, pero los mismos síntomas», explica en su libro el psicólogo.

Lo fascinante de esta condición es cómo se manifiesta en rasgos que tradicionalmente asociamos con el éxito empresarial: energía inagotable, creatividad desbordante, resiliencia extraordinaria, capacidad para asumir riesgos y una confianza inquebrantable que roza la grandiosidad. Estas características, cuando se canalizan productivamente, pueden convertirse en el motor de innovaciones revolucionarias y empresas transformadoras.

Una predisposición cultural al emprendimiento

Gartner propone una teoría: la abundancia de hipomaníacos (y por ende de emprendedores) en países como Estados Unidos podría estar relacionada a la naturaleza migratoria de su formación.

«Somos una población autoseleccionada». «Los inmigrantes poseen una ambición inusual, energía, impulso y tolerancia al riesgo que les permite arriesgarse por una mejor oportunidad. Estos son rasgos de temperamento con base biológica. Si siembras un continente entero con ellos, obtendrás una nación de emprendedores».

Esta perspectiva añade una dimensión cultural e histórica a la predisposición emprendedora que vemos en sociedades con fuerte tradición migratoria, como es el caso de muchos países latinoamericanos.

El precio detrás de…

Sin embargo, esta misma energía hipomaníaca que impulsa el éxito también esconde un peligro significativo: quienes la poseen tienen un riesgo mucho mayor de caer en depresión. «Son como perros border collie; necesitan correr», dice Gartner. «Si los mantienes encerrados, destrozan los muebles. Se vuelven locos, solo dan vueltas. Eso es lo que hacen los hipomaníacos. Necesitan estar ocupados, activos, trabajando en exceso».

No es solo el fracaso lo que puede desencadenar episodios depresivos en estos emprendedores, cualquier circunstancia que frene su impulso natural hacia la actividad constante y la búsqueda de logros, también. Paradójicamente, incluso el éxito puede convertirse en un desencadenante cuando no se acompaña de nuevos desafíos.

¿Por qué nos callamos?

Porque el silencio es parte del pacto del que no se habla. Se espera que un líder no dude. Que no flaquee. Que tenga todas las respuestas.

La masculinidad tóxica, además, les ha enseñado a muchos hombres a no mostrar emociones, a no pedir ayuda. “Tienes que aguantar. Ser fuerte. No te puedes dejar de nadie”.

Pero ese modelo está roto.

He conocido fundadores con éxito aparente que vivían presos de sus propias compañías. Líderes que ya no sabían quiénes eran sin su negocio. Personas que lo habían dado todo y se habían quedado vacías por dentro.

Me atrevo a decir que la mayoría de los emprendedores exitosos han tenido momentos en los que pensaron seriamente en rendirse. Solo que no lo dicen.

El «lado B» del éxito

Hay un artículo que me ha impactado desde hace algunos años que lo leí y que les recomiendo: «The Psychological Price of Entrepreneurship» de Jessica Bruder para Inc Magazine. Allí evidencian esa realidad oculta detrás del éxito empresarial: los profundos desafíos psicológicos y emocionales que enfrentan los emprendedores. Ella reseña 3 puntos de lo que se entiende como esa otra cara de la moneda, en este caso, del éxito.

  1. Post-éxito: Paradójicamente, incluso después de alcanzar el éxito, muchos emprendedores experimentan vacío o depresión.
  2. Síndrome del impostor: Sensación persistente de no merecer el éxito obtenido o temor a ser «descubierto».
  3. Adicción al trabajo: El ritmo intenso se convierte en una adicción difícil de abandonar incluso después del éxito.

Te recomiendo el blog: El Síndrome del Impostor, el enemigo de los líderes

Aprender a soltar, a negociar contigo mismo

No hay emprendedor que construya solo, pero confiar en otros fue una lección dura. Al principio, quería controlarlo todo: cada plan, cada detalle. Mis proyectos requerían todo de mi, o al menos eso pensaba. Creía que dejarlo en manos de alguien más se sentía como una traición a mí mismo.

Hasta que me vi en la crisis personal más fuerte y dolorosa de mi vida. La pérdida de mi padre y mi esposa con 3 meses de diferencia y los estragos de la pandemia que impactó al mundo. En ese momento no tuve otra que entregarle mi negocio a mi socio y a mi equipo de trabajo para cuidar de mis hijos y los estragos de la crisis. Debía dedicarme al espacio que más necesitaba y mis hijos siempre serán mi prioridad.

Leía en un artículo publicado en el Entrepreneurship Research Journal, que muchos emprendedores luchan con esta reticencia, y yo no era la excepción. Pero cuando di el paso, cuando solté las riendas, mi equipo creció, el negocio se fortaleció, y yo tuve más tiempo para estar y apoyar a mi familia. Confiar no es perder control, lo entendí, es ganar libertad. Ganas libertad cuando ayudas a otros líderes a formarse, a dar lo mejor de sí y construir a tu lado.

Rodearte de talento y confiar en él es la clave para escalar.

Cambiando el guion: humanizar el éxito

¿Qué pasaría si empezamos a hablar? ¿Si dejamos de asociar éxito con sufrimiento silencioso?

Reconocer que esto no es fácil, que la salud mental importa, que el bienestar también es éxito, ¡puede ser revolucionario!

Redefinir el éxito es parte del nuevo liderazgo: priorizar la salud, los vínculos, el descanso, el propósito. Entender que el líder más efectivo no es el más ocupado, sino el más consciente.

La vulnerabilidad, lejos de ser debilidad, es una herramienta DE VALOR.

Cuando un líder habla, otros se atreven a hacerlo también. Así se crean culturas más humanas, más reales, donde todos tienen permiso de ser.

Hoy celebro que figuras prominentes comienzan a hablar públicamente sobre sus luchas, esto está cambiando la narrativa. Celebro también que se creen programas de bienestar y que se promueva un movimiento hacía una definición un poco más holística que incluye el wellbeing además del éxito empresarial.

El plan de emergencia

No podemos esperar que el sistema cambie si no empezamos por nosotros. Aquí, te comparto un checklist de supervivencia emocional para emprendedores:

  1. Haz terapia o ten un mentor emocional. No estás solo.
  2. Come bien, duerme mejor, muévete más. Tu cuerpo es tu primer negocio.
  3. Rodéate de amigos que no tengan que ver con tu empresa. Ellos te recordarán quién eres.
  4. Pon límites. El trabajo no puede invadirlo todo.
  5. No te confundas con tu empresa. Tú eres más que eso.
  6. Ten un “colchón emocional” (y financiero). Anticipa los bajones.
  7. Celebra lo pequeño. No todo es éxito o fracaso.
  8. Desconéctate sin culpa. Mereces existir más allá de una pantalla.
  9. No te alejes de los que amas. Ellos valoran lo que haces, pero te necesitan.

La medida del éxito

Mi viaje como emprendedor no ha sido perfecto, pero ha sido mío. He enfrentado la responsabilidad, el miedo financiero, la lucha por confiar, el desequilibrio y la soledad. Y en cada desafío, he encontrado una lección.

Este artículo es mi ofrenda: un recordatorio, un llamado a cuidar de ti mismo, un empujón para seguir adelante.

Si sientes ese peso, busca ayuda. Habla con alguien. Priorízate. Como digo siempre, “El éxito no es solo lo que logras, sino quién te conviertes en el proceso”. Que mi historia te inspire a escribir la tuya.

Nota final: les comparto bibliografía adicional de valor sobre este tema

Bibliografía: